A las 12:33 del 28 de abril, la Península Ibérica vivió un hecho sin precedentes: un apagón total. En apenas cinco segundos, dos desconexiones en el suroeste del país sacaron de servicio más de la mitad de la demanda eléctrica instantánea. La red se desplomó, la frecuencia cayó en picado y la conexión con Francia se interrumpió por seguridad. España llegó a quedarse en 0 megavatios y 0 hercios. Algo nunca visto.
Lo más complicado vino después: recuperar el suministro eléctrico desde cero. Un proceso extremadamente delicado conocido como black start, que consistió en reactivar toda la red sin ningún tipo de apoyo externo.
15 horas para devolver la luz a millones de hogares
A las 03:30 del martes siguiente, Red Eléctrica —el operador del sistema en España— anunció que el 99,95% de la demanda eléctrica ya estaba cubierta. El 100% no se alcanzó hasta varias horas después, tras más de 15 horas de trabajo técnico meticuloso.
Este ha sido el mayor ejercicio de restauración de una red eléctrica en Europa desde el gran apagón continental de 2006. Además, es la primera vez que se realiza en un país cuya energía depende mayoritariamente de fuentes renovables.
Encender la red desde cero
Lo ocurrido fue una prueba de fuego para el sistema eléctrico nacional: arrancar sin ninguna fuente de energía operativa. Para comenzar, se recurrió a las centrales hidroeléctricas —las más versátiles en estos casos—, gracias a grupos electrógenos diésel que activaron los sistemas de control y bombeo.
Fue así como se volvió a encender España: desembalsando agua. Centrales como La Muela y Aldeadávila, que combinan energía hidráulica y capacidad de bombeo, lograron sincronizarse en apenas tres minutos y aportar hasta 3 gigavatios (GW) de potencia.
Cada central operó como una “isla” energética, generando su propia frecuencia estable (50 Hz) antes de conectar más carga a la red. El proceso fue muy cuidadoso: los operadores añadían turbinas y consumo poco a poco para no desestabilizar el sistema.
Agua, gas… y algo de ayuda internacional
Con las centrales nucleares desconectadas y las renovables inactivas por la noche o por falta de viento, la carga principal del restablecimiento recayó sobre las plantas hidroeléctricas y de gas. Marruecos también jugó un papel importante, aportando varios cientos de megavatios clave para activar infraestructuras en el sur de España.
El viento, en calma, no ayudó, y la solar se había ido con el sol. La energía nuclear tampoco estaba disponible: cinco de los siete reactores españoles se apagaron automáticamente, y no podían volver a arrancar debido a la acumulación de xenón-135, un gas que impide reiniciar la reacción nuclear durante al menos 24 horas.
Pasadas 32 horas desde el apagón, ninguna central nuclear se había sincronizado aún. Esa ausencia de entre 3 y 4 GW de potencia síncrona supuso un reto extra, que obligó a exprimir al máximo la hidráulica y el gas.
Un sistema al límite
En el momento del fallo, más del 70% de la electricidad procedía de fuentes renovables: un 37% solar y un 32% eólica. Aunque en funcionamiento, las renovables no aportan inercia a la red —la capacidad de resistir cambios bruscos en frecuencia— como sí lo hacen tecnologías como el gas o la nuclear.
Las interconexiones con otros países no fueron suficientes: apenas 3 GW con Francia y 700 MW con Marruecos. Las subestaciones, al detectar la inestabilidad, actuaron como un “fusible” y aislaron partes de la red para evitar daños mayores. Es por eso que, a pesar de estar conectados con Europa, España y Portugal siguen funcionando, en muchos sentidos, como islas energéticas.
¿Qué aprendemos de esto?
Este gran apagón ha dejado claro que una red basada en renovables necesita más herramientas para garantizar su estabilidad. Inversores de red, baterías, tecnologías síncronas como la biomasa o la hidráulica de bombeo, y mejores conexiones internacionales serán clave para evitar futuros colapsos.
Los planes para reforzar la red están en marcha, pero esta vez no llegaron a tiempo. Lo que sí quedó demostrado es que el sistema eléctrico español y sus operadores fueron capaces de enfrentarse al desafío más complicado: reiniciar un país entero desde cero.