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La desaparición de los enlaces: de la web abierta a los jardines cerrados y la IA

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La desaparición de los enlaces

La desaparición de los enlaces: en marzo de 1989, Tim Berners-Lee propuso un sistema que revolucionaría el mundo: la web. En su planteamiento, el hipertexto era el corazón de todo. Información comprensible para humanos, conectada entre sí mediante enlaces infinitos. Así nació la idea de una red que permitiría saltar de un contenido a otro, abriendo paso a una web caótica, desorganizada, pero también libre y apasionante.

De la libertad al orden: el auge de Google

Con el paso del tiempo, aquel desorden de información necesitó estructura. Ahí apareció Google, que encontró su oportunidad organizando el caos. Su buscador se convirtió en el epicentro de la experiencia web, y durante años los enlaces fueron su mayor virtud. Las páginas de resultados eran una auténtica celebración del hipervínculo. Incluso si buscabas mal, Google sabía lo que querías decir. Era mágico.

Pero esa magia se fue diluyendo. Google empezó a mostrar respuestas directamente en sus resultados mediante los llamados «fragmentos destacados», pequeñas cajas de texto que resolvían nuestras dudas sin necesidad de hacer clic. Eficiente para el usuario, rentable para Google. Pero perjudicial para los creadores de contenido, que vieron cómo sus visitas bajaban mientras su trabajo era usado por el buscador sin compensación.

La tensión con los medios y la «tasa Google»

Esta situación desencadenó un conflicto con medios y editores, que exigieron a Google y otros agregadores que pagaran por usar y enlazar sus contenidos. Fue el origen de lo que en España se conoció como la «tasa Google» y el polémico Canon AEDE, que forzaron a Google News a cerrar durante ocho años. Más adelante, la Ley Iceta permitió que el servicio volviera, negociando pagos caso por caso. Curiosamente, este debate se repite ahora con la inteligencia artificial.

Google, antes defensor del valor del enlace, ha ido cediendo terreno. El SEO agresivo, los enlaces patrocinados y la sobreoptimización han degradado la calidad de los resultados, y la confianza en los enlaces ha disminuido. Ya no dejamos de hacer clic porque falten enlaces, sino porque no confiamos en ellos.

Las redes sociales también cerraron la puerta

Las redes sociales, inicialmente espacios de difusión de enlaces y contenidos, también cambiaron el juego. Facebook, por ejemplo, impulsó medios como BuzzFeed que vivían del clic. Pero pronto entendió que era mejor retener al usuario dentro de la plataforma. Aunque permitió compartir enlaces, Instagram fue más tajante: salvo en la bio o en stories verificadas, los enlaces estaban inhabilitados (ya esto ha cambiado).

Le siguieron otras plataformas como TikTok, Twitter (ahora X) y Snapchat, que han desarrollado estrategias similares: dificultar la salida del usuario, limitando o penalizando el uso de enlaces.

Llega la IA: una nueva amenaza para los enlaces

Ahora, con la llegada de la inteligencia artificial generativa, los enlaces enfrentan otro desafío. Chatbots como ChatGPT, Gemini, Claude o Perplexity ofrecen respuestas tan completas y detalladas que rara vez sentimos la necesidad de consultar una fuente adicional. Aunque estas herramientas citan de dónde extraen la información, los enlaces están ocultos o camuflados, en botones discretos, números pequeños o iconos poco visibles.

Perplexity mejora algo la experiencia al mostrar tarjetas con enlaces destacados, y el modo IA de Google incluye referencias en los laterales. Pero en todos los casos, la intención parece clara: mantener al usuario dentro del sistema, sin necesidad de que salga a explorar por su cuenta.

Los navegadores agénticos: la próxima fase

Algunos proyectos ya están preparando el siguiente paso. Navegadores como Comet (de Perplexity) o el nuevo proyecto Dia (de los creadores de Arc) están apostando por navegadores agénticos. No navegaremos página a página, sino que hablaremos con el navegador, que nos ayudará a realizar tareas directamente: reservar, buscar, planificar… sin necesidad de visitar enlaces. El contenido ya no se consulta, se entrega resumido y ejecutado.La web no desaparecerá. Los enlaces seguirán existiendo. Pero cada vez estarán menos visibles, menos accesibles, y sobre todo, menos necesarios. La batalla que comenzaron los algoritmos de redes sociales ahora se intensifica con la inteligencia artificial. Y aunque aún podamos acceder a los enlaces si queremos, el ecosistema ya no nos invita a hacerlo.

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