En las últimas semanas, Pavel Durov, el CEO de Telegram, ha estado envuelto en una polémica que ha llevado a que esta plataforma sea examinada con mayor profundidad y atención. Este análisis ha revelado que Telegram es mucho más que una simple aplicación de mensajería instantánea.
Además de la web que todos conocemos, accesible fácilmente con navegadores o aplicaciones, existe la deep web, que a menudo contiene contenido cuestionable o incluso peligroso, como la venta de documentos falsos, drogas o armas. Aunque el acceso a esta red es más complicado, Telegram se ha convertido en una de las vías para llegar a ella.
Criminales y extremistas en Telegram
Una investigación del periódico The New York Times, realizada durante cuatro meses, ha mostrado cómo Telegram ha pasado a ser el «espacio de recreo» de delincuentes, extremistas y terroristas. Se han analizado más de 3,2 millones de mensajes en 16.000 canales, revelando que esta plataforma ofrece herramientas a estos grupos para organizarse a gran escala y evitar la vigilancia de las autoridades.
Entre los canales activos en la plataforma se encuentran los que utiliza Hamas para difundir contenido violento. En los últimos meses, Telegram ha implementado algunas restricciones a ese tipo de contenido. Otras redes sociales como Instagram, TikTok, Facebook o YouTube han bloqueado completamente cuentas asociadas a Hamas y publicaciones que apoyan de manera excesiva a la organización.
Tráfico de armas, drogas y documentación falsificada
El informe también expone que existen 1.500 canales de grupos de extrema derecha que coordinan actividades con la participación de cerca de un millón de personas en todo el mundo. Al menos dos docenas de estos canales están dedicados a la venta de armas, y otros 22 permiten que alrededor de 70.000 personas accedan a la compra de drogas como cocaína o heroína.
Otra investigación, realizada por The Wall Street Journal, señala que Telegram también se ha transformado en un mercado para la venta de documentos falsificados, como pasaportes o identificaciones, que permiten, entre otras cosas, abrir cuentas bancarias en nombre de las víctimas. Este canal fue cerrado después de que The Wall Street Journal se pusiera en contacto con Telegram sobre la actividad.
La libertad de expresión como principio y la falta de moderación
Todo este tipo de contenido ha convertido a Telegram en una herramienta muy popular entre grupos radicales. Según The New York Times, la plataforma ha operado «como si estuviera por encima de la ley». Durov, de 39 años, comentó en su canal que, de ser por ellos, siempre ofrecerían a los usuarios lo que buscan: acceso a información sin censura y la posibilidad de tomar decisiones propias.
La compañía, con sede en Dubái y operando con un equipo de 60 empleados, ha ignorado durante años las solicitudes de agencias de seguridad de distintos países para colaborar en investigaciones criminales. Aunque recientemente ha contratado a 100 personas para trabajar como moderadores, la moderación ha sido limitada hasta ahora.
La semana pasada, Durov publicó un mensaje en su cuenta de Telegram, el primero desde su arresto, en el que negó que Telegram fuera un «paraíso anárquico», afirmando que la empresa elimina «millones de publicaciones y canales dañinos cada día». Según declaraciones al New York Time, los responsables de Telegram aseguran que «el 99.999% de sus usuarios son legales», aunque admiten que aún queda «mucho trabajo por hacer» y que están mejorando sus herramientas y sistemas de moderación.